Profiteroles rellenos de nata avainillada

Mi primera incursión en la cocina, si no recuerdo mal, fueron unas galletas que, por supuesto, no llegaron ni siquiera al horno. Os cuento el por qué. La receta la saqué de una revista infantil (El Oso Bussi, para ser más exacta) que mi madre le compraba a mi hermana. Cuando, toda ilusionada, metí mis manos entre los ingredientes para proceder al amasado, fui descubriendo horrorizada que más que masa de galletas eran arenas movedizas que iban deslizándose pringosa y silenciosamente por mis brazos. Mi madre, haciendo uso de su experiencia (y paciencia) como cocinera familiar, me recomendó que añadiera un poco de harina a la masa para evitar que se pegara. 
Tras varios minutos angustiosos, separando aquella pringue de mis dedos temblorosos, conseguí echar mano a la harina para intentar que mi masa de galletas tomara la consistencia adecuada. Pero no lo hizo. Después de añadirle la harina ya no se pegaba, no, pero es que ahora se había puesto tan dura que podría haberla utilizado como cimiento para hacerme una nueva casa. ¡Un desastre! 

Fue una mala época, lo admito. Sin embargo, mi racha de masas inservibles, de pasteles quemados, de natas cortadas llegó a su fin con una receta no precisamente fácil de elaborar. No es que desde entonces todo lo que he elaborado me haya salido bien, pero sí que mejoré bastante. Aquellos dulces que marcaron el comienzo de mi éxito en la cocina fueron unos profiteroles rellenos de crema pastelera que, a pesar de estar un pelín salados, eran apetecibles para comer.
Así que esta semana, asaltada por la nostalgia o no sé porque, he decidido repetir y mejorar aquellos profiteroles. El problema es que no he encontrado la receta en la que me basé aquella vez para elaborarlos, así que he tenido que buscar otra. El resultado han sido estos profiteroles rellenos de nata avainillada.


Esta vez no han quedado salados ni mucho menos. Estaban esponjosos y dulces, como tiene que ser 😃 Pero como veis en la foto no todos son redonditos, sino que hay un par que son alargados. Pues bien, resulta que los profiteroles pasan a llamarse éclairs cuando se les da esa forma característica (profiteroles en forma de perrito caliente). Supongo que así sí que los habréis visto en más de una pastelería ¿no? 

Menuda parrafada os he soltado al principio 😉 Pero ya termino, tranquil@s. Tan sólo me queda compartir con vosotr@s la canción que he elegido para estos profiteroles/éclairs. Creo que no puede haber una mejor que Love song de Amiel (una cantante australiana que descubrí hace ya tiempo). 

Thanks you've been fuel for thought

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